HONRAR LA CAUSAY LAS IDEAS DEL PUEBLO
Por Mercedes Rodríguez
A convertirse en verdaderos guardianes de los restos del Guerrillero Heroico, instó a sus coterráneos Miguel Díaz- Canel Bermúdez, en entrevista concedida a los medios de prensa del territorio. En ella, el actual Ministro de Educación Superior, evoca las horas que precedieron al memorable acto de masas con el Comandante en Jefe, el 30 septiembre de 1996, en la Plaza de la Revolución santaclareña. Rehuyendo el protagonismo que le concedió la historia, Díaz- Canel prefiere asumir como suyas las ideas de Fidel.
Han pasado 15 años y aún el entonces Primer Secretario del Partido en Villa Clara, lo recuerda con nitidez. Es más, al abordar determinados pasajes del la visita de Fidel a Villa Clara, la voz le oscila, se le vuelve más profunda, la piel le punza y los ojos amenazan velarle la mirada:
«La Plaza estaba desbordada, yo nunca la había visto de esa manera, recuerdo incluso que había un cartel delante que decía: “Fidel, habla, te necesito” […] A la gente no le importó la lluvia, no le importó que estaba oscureciendo… », refiere.
Sobre aquel acto de masas, convocadas en apenas12 horas, el Comandante en Jefe se preguntaría y respondería calificando el suceso: «¿Y qué es esto? ¿Qué es la Revolución? Un gran ciclón»
También él mismo reconocería que hacía tiempo no visitaba Santa Clara, porque la gente decía « […] si estuvo por acá, si estuvo por allá. Yo les puedo asegurar, con la sinceridad que me ha caracterizado siempre, que eso no tiene absolutamente nada que ver con el cariño, el respeto y la admiración que yo he sentido siempre y sentiré siempre por Santa Clara y por Villa Clara.»
— Cuéntanos Díaz-Canel cómo se originó todo, cómo fue posible un acto en tales circunstancias?
—Recuerdo que era domingo por la mañana. Estábamos en el cine Camilo Cienfuegos, presidiendo una reunión del Partido en Santa Clara. Discretamente me entregado un papelito diciéndome que Fidel estaba en Sancti Spíritus y que iba para los cayos de Caibarién, que sabía que me encontraba en la asamblea, que cuando terminara nos encontraríamos allá. Bueno, entonces hice unas conclusiones muy breves. No le podía decir a la gente lo que estaba pasando. Así salimos para allá, y cuando llegamos Fidel ya andaba recorriendo las playas y una parte del pedraplén.
— En su discurso en la plaza Fidel manifiesta que los compañeros del contingente Campaña de Las Villas esperaban por él desde hacía tiempo para el abanderamiento, y expresa textualmente: « […] y por fin ayer, cuando tienen casi terminado el pedraplén, tuve el honor de entregarles la bandera... »
—Bueno, eso también era algo pendiente, que nos habíamos propuesto, en su oficina, pero que por una razón u otra no se había podido realizar. Pero ese día se da. Orlando Bouza, el jefe del Contingente, ya fallecido, le dio una explicación delante de la maqueta y le entregamos, en nombre de los santaclareños, una réplica de la estatua del Che que está en la Plaza.
En sus palabras de ese día Fidel se disculpa, les pide comprensión a los trabajadores de la obra y les explica porqué no había venido antes a entregarles la bandera. «Pero me alegro —dice—, porque es mejor abanderar no cuando la obra comienza, sino prácticamente cuando la obra ha sido realizada».
— ¿Es allí cuando se madura la idea del acto en Santa Clara?
—De cierto modo. Porque lo de Caibarién era importante, pero limitado a la gente del Contingente. Así que le plantee la idea a quien venía al frente del equipo del Comandante. Ya en el carro, de regreso, me dice: «Voy a quedarme esta noche en Santa Clara». Y nada más.
—Y por el camino, ¿hablaron?
Por el camino, y también esa noche, donde se hospedaba, me preguntaba cosas sobre la provincia. Ya casi a las tres de la madrugada, cuando nos despedíamos, me dice: «A mi me dijeron que tú querías hacer un acto, ¿para qué ese acto y cómo tú vas a hacer un acto?». Entonces le respondí: «No jefe, lo que pasa es que hace tiempo que usted no viene aquí y la población está loca por compartir con usted».
Luego el propio Comandante en Jefe referiría las circunstancias al pueblo congregado en la Plaza:
«Cuando ayer por la noche, algunas horas después de arribar a la ciudad, el compañero Díaz-Canel y otros miembros de la dirección me propusieron celebrar un acto de masa, yo dije: "Bueno, ¿un acto de masa? Sí, con mucho gusto; pero, ¿cómo, dónde? Dicen: "No, en la Plaza de la Revolución Ernesto Guevara .Y digo: "¿Pero cómo, cómo se puede organizar un acto así en solo unas horas en ese espacio tan grande? Bueno, yo creo en ellos, y creo en ustedes; pero no dejaba de parecerme algo realmente asombroso».
—Díaz, ¿qué impresiones guardas del recorrido ese mismo día por la mañana?
— El recorrido fue muy emocionante porque Fidel pudo apreciar las condiciones del Instituto de Biotecnología de las Plantas, todo lo que se había hecho en la INPUD. Pero donde más emocionado lo vi fue en el contingente de Las Marianas. La gente con lágrimas en los ojos, todo el mundo lo quería tocar, abrazarlo…
Aquellas mujeres —contaría Fidel— le dejarían impresionado «por su seriedad, por el amor con que acogieron la tarea, por la satisfacción con que cuentan la forma en que trabajan, producen y distribuyen esos productos. Son cosas nuevas, fruto de esta época de sacrificios, que han ejercido una tremenda influencia sobre las personas.»
— ¿Y acerca del acto en la Plaza, Díaz-Canel?
—Próximo el mediodía terminamos el recorrido. A las cinco salgo para la Plaza, con una impaciencia enorme. Y empezó a llover, un aguacero tremendo. Yo me preocupaba: «este acto va a ser muy difícil». Y en ese tiempo que estoy en la Plaza, hasta las cinco y cuarto más o menos, no había casi gente. Ya sobre las cinco y media, Fidel se halla en el salón de Protocolo, y yo, muy impaciente, porque no sabía lo que estaba ocurriendo afuera. Pero cuando salimos, tremenda alegría. « ¡Y eso qué cosa es!», me dice el Comandante. Y le contesto: «Nada, Jefe, eso es la gente, por usted». Y él me responde: «No, no puedes decir eso, que las cosas no se hacen por un hombre, las cosas se hacen por una idea.»
Y pronto irrumpiría el impetuoso aguacero para darle el pie en su discurso y referirse al tema del poder de las ideas:
«Que llueva ahora nos conviene, no para un acto político multitudinario que, en todo caso, prueba que al pueblo, no a mí, sino al pueblo, que es lo más importante, no le asustan ni los chubascos, ni las lluvias, ni las tempestades, ni los rayos, ni los truenos, que sirven para probar el temple de la gente».
Y más adelante, volvería a retomar el tópico sobre la naturaleza de aquel hecho inédito, calificándolo de fenómeno «de un pueblo que se reúne por conciencia, porque quiere defender sus ideas, quiere defender sus conquistas. No se reúne para rendir honores a nadie; en todo caso, para rendir honores a la causa, honores a las ideas que todos compartimos y que todos defendemos».
— Al cabo del tiempo, qué conclusiones pudiera sacar el entonces joven Primer Secretario del PCC en Villa Clara?
—Después de eso a todos nosotros nos quedó el compromiso de lo que teníamos que hacer como provincia. Porque para los villaclareños hay dos momentos importantes, ese, y después, cuando llegaron los restos del Che. Dos momentos de evocación y homenaje permanentes para alimentarnos y convertirnos con hechos y resultados concretos en verdaderos guardianes de los restos del Guerrillero Heroico, para cumplir con Fidel y con la Revolución […] »
Y sobre todo como lo manifestara Fidel aquel imborrable y nunca distante 30 de septiembre ¡santaclareño!, ¡villaclareño!, con ese héroe insuperable que es el pueblo, y al que siempre ha respetado, admirado y acatado, protagonista de tantas páginas gloriosas, históricas, el héroe insuperable al que algún día «habrá que elevarle un gigantesco monumento».
Corren nuevos tiempos, tal vez más difíciles y complejos que aquellos del Período Especial, cuando el máximo líder visitó por primera vez la Plaza de la Revolución santaclareña, y los cuales
—ante reiterados ruegos del grupo de periodistas que entonces hicimos la cobertura informativa—, ha rememorado el actual ministro de Educación Superior.
Díaz-Canel, hijo legítimo de la Ciudad de Marta y del Che, sabe que su Santa Clara y su Villa Clara, sabrán mantener la misma convicción a que exhortara el Comandante en Jefe: ¡cumplir el deber, saber realizar y llevar a cabo todo lo que hay que hacer en estos tiempos para alcanzar la victoria! Y de esa idea se siente abanderado.
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