Y volvió el Comandante a su Universidad
Sesenta y cinco años han pasado. Sesenta y cinco años desde aquella mañana de septiembre cuando los brazos extendidos de una Alma Máter aún desafortunada recibían al joven Fidel, al muchacho intrépido que llegaba con ganas de comerse el mundo, y que se convirtió allí en el revolucionario, el martiano, el socialista de ayer y de hoy, el mismo que un día de otro septiembre volvió a su Universidad para hablarles a miles de jóvenes que amanecieron en la escalinata de tanta historia.
Justo a las 7 y 30 de una mañana más bulliciosa que lo habitual, llegó el Comandante en Jefe a la escalinata a la que pensó no volver jamás. Llevaba el traje verde, la gorra de siempre, unos espejuelos inusuales para "ver un poquito mejor"... Y lo que vio Fidel fue a miles de universitarios que le esperaban impacientes (muchos desde la medianoche) cuando supieron que él tenía algo que decirles. El líder de la Revolución volvió, como siempre, al podio. Entonces todos recordaron aquel 26 de Julio del 2006, cuando lo vieron por última vez hablar a una inmensa multitud en Holguín. ¡Está entero!, comentó alguien a mi lado, y no pude hacer más que asentir sin dejar de mirar al hombre que dijo haber resucitado, y que ayer estaba tan lúcido, tan regio, tan previsor, tan gentil.
Fidel se veía contento, contento con los miles de jóvenes que celebraron su regreso a la Universidad de La Habana; con Raúl Torres, el trovador que le recordó la Pequeña Serenata Diurna de Silvio y aquella certeza de ser un hombre feliz; con Yoerky Sánchez, el periodista poeta que jugando con las palabras ponía en jaque a Obama; con Maidel Gómez, la presidenta de la Federación Estudiantil Universitaria, cuando afirmaba que salvarnos no era la mejor solución, sino la única.
Cuando le tocó el turno de hablar al Comandante, un silencio recorrió la escalinata que juntaba a tantos miles. A las emociones por el reencuentro se sumaba también la preocupación por la salud de Fidel, quien regresaba luego de cuatro años de una enfermedad que, como él mismo ha dicho, lo puso al borde de la muerte. Pero volvió a dejar boquiabiertos a todos. Allí estaba de nuevo, sabio y enérgico, dando lecciones a un mundo demasiado embriagado con el poder, un mundo al que se le acaba el tiempo, mientras acumula armas nucleares en cifras alarmantes, de locos. La paz con la paz se paga, dijo Fidel con esa señal de advertencia que anuncia siempre su dedo índice, para luego rematar: "Si quieres la paz, prepárate para cambiar tu conciencia".
Mientras, del lado de acá de la tribuna, rostros jovencísimos escuchaban atentos el mensaje de Fidel, y entre cejas fruncidas por el destino incierto de la humanidad, mezclaron también sonrisas cuando el Comandante insiste en el vaso de agua que se demora o cuando con gentileza se alegra porque quienes le escuchan están a la sombra aunque a él le esté dando el sol de frente.
Fue grandioso el encuentro del Comandante en Jefe con su Universidad 65 años después, con sus buenos jóvenes, los de ahora, los que sobre sus hombros cargan la responsabilidad de hacer real ese mejor mundo del que habla y con el que sueña constantemente Fidel. A ellos agradeció el apoyo de siempre. A él le agradecieron ellos el privilegio de volverlo a escuchar en la escalinata de tantas luchas.
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