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Desde mi balcón

Mi amigo Padura

Mi amigo Padura

Mi amigo Padura

 

Corría enero de 1985, y esa tarde era muy fría y lloviznaba en La Habana. Desde el Cerro me acompañó parte de la familia para despedirme en el aeropuerto. ¿Destino?: La República Popular de Angola.

 

Todo era nuevo para mí y estaba entusiasmada por lo que me esperaba del otro lado del océano. Abordamos el avión de Cubana y mi grupo lo integraban un periodista de Guantánamo, así como la inolvidable locutora Dinorat del real y su esposo Sergio. Estos último llevaban la misión de trabajar durante 11 meses en la Radio Nacional de Angola, mientras que los reporteros nos uniríamos al semanario Verde Olivo en Misión Internacionalista. Tras 14 agotadoras horas llegamos a Luanda y así comenzó esta experiencia Africana que quiero recordar y compartir en mi blog.

 

Fue en la redacción del periódico donde conocí a Leonardo Padura. No sabía entonces que coincidiríamos allí y a la impresión del primer momento por admirar sobremanera su talento, se unió con el tiempo una gran amistad que aún conservamos.

 

Es cierto que nos vemos poco, pero devoro cada una de sus novelas, leo cuánta entrevista suya pueda tener y disfruto sus éxitos. Es cierto que hemos coincidido pocas veces durante los últimos años, pero siempre que nos reencontramos es como si el tiempo no hubiera pasado, sigue siendo: Mi amigo Padura.

 

Es cierto que siempre he querido hacerle una entrevista, pero siempre he pospuesto el trabajo para disfrutar de su conversación ingeniosa. Por eso pido prestada esta que ahora les muestro para quien llegue a mi blog conozca un poco más de: Mi amigo Padura.

 

 

 

 

Leonardo Padura

“No me interesan los culpables”

Entrevista

 

Por: Mayle González Mirabal

 

A pesar de ser escritor y sentirse feliz con eso, le hubiera gustado ser pelotero. Pero con los años parecía cada vez menos un deportista y le gustaban cada vez más los buenos libros. La vida se encargó de enseñarle que si quería triunfar era preferible ceder a la satisfacción del capricho y ser, antes que jugador de banco, cronista del terreno. Quiso estudiar Periodismo, pero en ese tiempo la facultad estaba cerrada. Las circunstancias lo llevaron a la carrera de Letras.

 

En el año 91, cuando publicó su primera novela Pasado perfecto, ya se sabía de su escritura atrevida -muchas veces sonriente- con que hurgaba en los problemas de la Isla; y de la ironía sutil y la libertad para exponer situaciones que explicaban un extenso panorama de la vida cubana. Los años como reportero en Juventud Rebelde le permitieron hacer de lo cotidiano y de lo poco dicho, un periodismo desobediente a las reglas.

 

El éxito de Mario Conde (personaje de Pasado Perfecto) lo llevaría a escribir los otros libros que conformaron la tetralogía (Pasaje de otoño, Máscara y Vientos de Cuaresma). La crítica lo definió entonces como uno de los creadores de la nueva novela detectivesca.

 

Hace unos días me recibió en su casa de Mantilla. Tiene dos perros, fuma y parece muy serio. La sensatez de sus respuestas hizo de aquella conversación la mejor clase de literatura y periodismo que haya tomado en mi vida. Mientras colaba café, hablamos de su última novela.

 

“El hombre que amaba los perroscuenta la historia de Ramón Mercader, el asesino de León Trotsky. Trato de ver en el conflicto de estos dos personajes una relación con lo que ha sido la vida cubana en los últimos años y por eso hay un tercero, totalmente de ficción, llamado Iván y es él quien procesa toda la trama.

 

“Iván es un escritor cubano pocos años mayor que yo y su vida comparte con la mía muchísimas experiencias”.

 

Este es un recurso persistente en tu obra.

 

“Uno como escritor siempre trata de darle forma, de concretar y de expresar los demonios que lo acompañan. Se escribe sobre lo que pensamos, sentimos o nos cuestionamos. La perspectiva esencial de toda mi literatura parte de una realidad sobre la que intento reflexionar y para eso me valgo de personajes que tengan una relación conmigo, con mis vivencias, con mis maneras de ver y de entender las cosas.”

 

Hicimos un paréntesis para hablar sobre periodismo.

 

“Comencé en el Caimán Barbudo escribiendo crítica literaria y en esa época publiqué también mis primeros cuentos. Después pasé a Juventud Rebelde donde pude escribir sobre pelota y cumplí un poco aquella vieja ilusión por el deporte que me llevó a estudiar una carrera de humanidades, a hacer periodismo y a acercarme a la literatura.

Siempre me preocupé mucho por las formas, por las estructuras, por cómo se montaba un reportaje, cómo lograr una dramaturgia interna en cada texto. Eso me venía de una práctica literaria que me permitió asumir el periodismo con recursos propios de la literatura.

 

“Hace un tiempo que colaboro con el servicio de columnistas de la agencia de prensa IPS donde hablo sobre temas de la actualidad cubana desde una perspectiva muy personal, muy de cronista.”

 

En la mayoría de tus trabajos periodísticos se expresa, o al menos se insinúa, cierto interés por hacer público temas poco tratados. Desde hace algún tiempo se habla de que la prensa cubana transcurre por una época de apertura. ¿Qué opinas al respecto?

 

“He visto y vivido la evolución del periodismo cubano muy de cerca y no es la primera vez que se habla de que este debe tener más espacios, ser más crítico, incisivo; expresar las necesidades de las personas. Ahora estamos metidos en un movimiento interesante -creo yo- pues el periodismo cubano se ha diversificado por la cantidad de publicaciones alternativas que surgen a diario gracias a Internet. Eso ha abierto un margen de expresión que antes no existía.

 

“Es cierto que muchas veces los temas son tratados apresuradamente, lo que pone en riesgo la sensatez de las ideas, pero lo que más se agradece es que salgan por alguna vía a la luz pública de manera que pueda trabajarse con ellos, balancear los puntos de vista, entender los porqués.

 

“Y esta misma diversificación temática, por llamarle de algún modo, es evidente también en los medios más oficiales, pero todavía falta mucho camino por recorrer.”

 

Regresamos a la literatura.

 

“Una de las cualidades del arte de la literatura es su capacidad connotativa. No puede decirse todo, hay que dejar margen a la sugerencia. Es lo que he tratado de hacer siempre en mis novelas. Leyendo a Mario Conde puede entenderse mucho de lo que ha sido la vida en Cuba”.

 

Lo había escuchado decir que sus personajes dibujan el sentir de su generación. La idea me parecía muy grande.

 

“Mi generación es bastante homogénea. Fue homogénea en lo sueños que tuvo y en los fracasos también. Lo fue en el espíritu romántico que caracterizó los años 80 y lo ha sido en las decepciones que ha sufrido después. Mario Conde y mis otros personajes tienen esa función.

 

“Los he utilizado –sobre todo a Conde-  como mediadores ficticios entre la realidad y mi visión sobre ella. En La novela de mi vida, por ejemplo, trato de ver en un poeta como Heredia las cosas que lo acercaron a mi realidad. El tema de las relaciones entre el artista y el poder, el artista y la creación, el exilio como elemento esencial en la vida del cubano son expresiones muy ligadas a mi manera de entender la vida.”

 

¿Por eso tan presente la nostalgia en tu obra?

 

“Creo que el exilio, la separación de la familia, la distancia, el desarraigo, el desgarramiento y la nostalgia nos han acompañado de una manera bastante dramática. Es difícil encontrar una familia cubana que no esté marcada por la separación. Prácticamente toda la mía vive fuera de Cuba y me ha tocado muy de cerca el fenómeno del la pérdida de identidad.

 

“Los Paduras son fundadores de Mantilla y tenían una relación de pertenencia y de identificación muy fuerte con este lugar. Todavía hoy cuando hablo con ellos encuentro paraísos perdidos que no consiguen recuperar.

 

“Entonces analizo cómo todos esos sentimientos están presentes tanto en Heredia como en los más jóvenes que van hacia cualquier parte, incluso con bastante poco sentido de lo que esa pérdida va a significarles. Por eso este tema es recurrente en mi obra, porque la distancia y la nostalgia han conformado –también- el panorama cultural cubano de los últimos 200 años.”

 

Reconoces que uno de los mejores logros de los escritores de tu generación fue traer a la literatura asuntos relacionados con la intimidad de las personas. ¿Cómo valoras la literatura escrita en Cuba en las últimas décadas?

 

“Los efectos nocivos de los años 70 en la cultura cubana se reflejan claramente en la literatura. En esa época al arte se le exigió un extra político que, en la mayoría de los casos, atentó contra la calidad de las obras. Aunque ese es un fenómeno que aún está por estudiarse a fondo, lo cierto es que produjo reacción en los años 80.

 

“Aparecieron visiones mucho más trágicas de la realidad, mucho más intimistas. El fenómeno literario comenzó a pensarse y a escribirse de una manera diferente. Afortunadamente en ese momento comencé a escribir.

 

“A partir de los 90, el problema ha sido cómo ubicar todo esto desde una perspectiva más universal. En esos años, por ejemplo, balseros y jineteras fueron prácticamente los únicos personajes de la literatura cubana. Y el inconveniente ha sido cómo incorporar esa visión mucho más abierta de una cultura que no sea solo a través de la simple presentación de una realidad caótica y desintegrada.

 

“Nuestra literatura, la más joven, padece de un estado de localismo muy fuerte que le ha impedido tener una mayor difusión a nivel internacional. Pero cuando hablo de literatura cubana nunca omito la que se escribe fuera de la Isla. Es esencial porque existe una producción literaria donde la visión se construye casi totalmente desde la nostalgia, desde la evocación más que de la verdad de lo que fue o es nuestro país. No obstante, no se puede entender la cultura cubana sin comprender lo que han hecho los artistas en el exilio, como tampoco se podía entender en 1820 porque Heredia estuviera en México o en New York. José María Heredia fue un poeta cubano, como lo fue Gastón Baquero o Carpentier cuando vivió en París. Por fortuna hoy se está recuperando esa necesidad de dar coherencia a nuestra cultura con independencia del lugar donde se conciba.

 

“Y aunque muchos han aprovechado el resentimiento como material artístico para vender textos con una visión chata de nuestro país, existen también otros, que transgreden esa imagen. Se lee a Abilio Estévez o a Luis Manuel García y no vemos la frustración convertida en literatura”.

 

Has incursionado fundamentalmente en tres tipos de trabajos literarios: el periodismo, el ensayo y la narrativa. Pero quisiera que habláramos ahora de cine.

 

“Esa es una faceta muy colateral. He trabajado algunas cosas, guiones de largometrajes, el del documental Yo soy del son a la salsa de Rigoberto López, por ejemplo; pero lo hago porque entre libro y libro necesito hacer algo y si ese algo tiene un asomo artístico, mucho mejor.

 

“Acabamos de trabajar, mi esposa Lucía y yo, con productores españoles una serie de pequeñas historias para una película que piensan llamarle Siete días en La Habana (7 cuentos dirigidos por 7 directores diferentes).

 

“Como ellos necesitaban material suficiente para poder elegir, nosotros escribimos once de las veinte que conformaron el proyecto. Lo disfruté muchísimo porque el cine me encanta pero además la narrativa del guión, la construcción de una historia en función de las imágenes visuales es algo que me seduce tremendamente.

 

“A mi me encantaría hacer una película con el ICAIC o al menos una película de algún cubano, pero ese es un sueño todavía. En algún momento se habló de la posibilidad de filmar la tetralogía de Conde, tampoco se ha hecho nada en concreto”.

 

Parecía absurda mi pregunta pero no la rechacé. ¿Cómo escribe Padura y por qué?

 

“Cómo es muy difícil porque cada cual encuentra su propia manera de llevar a la práctica esa necesidad expresiva que hay en la literatura y que se concreta en la escritura. Tengo mi método que es bastante poco ortodoxo, pero me funciona y tiene mucho que ver con la revisitación del texto. Escribo por versiones, por eso puedo decirte que cada palabra en mis libros está pesada y valorada.

 

“Por qué, porque tengo una necesidad muy grande de escribir en todos los sentidos, es mi profesión, mi vocación y mi manera de expresarme. Escribo y me gano la vida con eso, afortunadamente lo he podido hacer. Vendo una pequeña cantidad de libros que me permiten dedicarme al próximo.

 

“Lo hago porque quiero compartir mis preocupaciones, dialogar con la historia y con el presente que me obsesiona constantemente.

 

“La forma de exorcizarlo, cuando es demasiado punzante, es mediante un trabajo periodístico y cuando tiene más distensión y profundidad, llevarlo a la literatura. Y entre los dos voy dándoles un margen de expresión a todas esas obsesiones y preocupaciones que me  vienen encima a diario”.

 

Padura no parece tener la intención de dar una lección, sino más bien ofrece su propia perspectiva, coherente y bien definida. Nos despedíamos cuando me dijo.

 

“Empecé a escribir mi nueva novela con Mario Conde. Otra vez tiene mi edad, ahora 54 años. El martes no tenía novela, el miércoles escribí tres cuartillas y le dije a Lucía, ya la tengo. Esas páginas fueron como conectarme con un antes y un después. A partir de ahí ya existe la novela.

 

“Todo empieza cuando un viejo judío polaco que se va de Cuba en el año 59 regresa a buscar una verdad que ha perdido. Esa búsqueda en el pasado está relacionada con un crimen en el que están involucradas seis personas. No sabré por mucho tiempo cuál de ellas ha sido o será el culpable. No me interesa, quiero crear la atmósfera, la respiración, el ritmo de la novela.”

 

 

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