Antiterrorista cubano rinde tributo al Che
Ya en mediodía de este lunes un cubano llegó al Complejo Monumentario Ernesto Guevara, de Santa Clara. Venía al timón, y «sin quitarse el polvo del camino» no preguntó cómo llegar hasta el Guerrillero de América.
Tal parece que adivinaba sus sendas, el musgo de la selva, el asma en el pecho, a pesar de ser la primera vez que se encontraba en este sitio de historias compartidas. Vestía un pullover azul con la efigie del hombre que a los ocho años tuvo la suerte de estrecharle la mano cuando aquel niño ni pensaba ser un Héroe de la República de Cuba.
Así René González Schwerert llegó a Villa Clara con parte de su familia, y tras conocer las características de este santuario solidario, de lo que significan sus fuentes, las palmas que aparecen en el entorno, los relieves sobre la tribuna bajó hasta el Mausoleo para el reencuentro anhelado.
Una fuerza interna debe haber sacudido cada poro del antiterrorista. Frente a los restos observó la estrella inapagable que se refleja en el nicho. Miraba en silencio, y quién sabe hasta dónde volaron sus pensamientos. Junto a su esposa Olga, las hijas Ivette e Irmita, los trabajadores del Complejo, y otros funcionarios, hicieron el cambio de flores.
Reinó el silencio. René seguía como testigo silente de aquel momento que en varias ocasiones colmó sus sueños detrás de las rejas imperiales.
Entonces habló. Lo necesario para reafirmar que «nadie recordará el nombre de tus asesinos, pero mientras exista un pueblo como este, del que venimos mis cuatro hermanos y yo estarás siempre vivo».
Después afloraron otras emociones, reveló parte de lo pensado en esos minutos de silencio frente al Che.
«Para mi venir aquí por primera vez, y haber vivido todo su regreso desde los Estados Unidos es como si se cerrara un ciclo. Y deposito en él la misma admiración y compromiso que sembró en mi cuando le estreché su mano aun siendo niño».
Y hubo espacio para la vigencia. A su modo de ver el combatiente que anduvo por los andes del orbe se renueva a diario, y nos sigue haciendo falta, sobre todo para mirar el fondo de las cosas, cultivar la autocrítica, evitar formalismos, y para mirar a la verdad de frente y sin engaños.
René González es de los soldados en que «nada humano le es ajeno». No se considera un titán porque coraje sobra entre los cubanos. Por eso se sintió feliz porque allí estuviera Luis Monteagudo Arteaga, uno de los combatientes del Che en África, o que desde su llegada preguntara por los agentes villaclareños Bertha y Félix que también impidieron actos terroristas como el de volar, precisamente, el Complejo Monumentario.
«Cuba está llena de héroes. Los Cinco hemos recibido un reconocimiento en vida que muchos de los nuestros, de lo que están aquí, no lo han tenido, y son innumerables los compañeros anónimos que han impedido crímenes desde las entrañas del Imperio».
Luego de visitar el Mausoleo del Frente de Las Villas y detenerse en su Llama Eterna, González ratificó que el momento más difícil para él sigue siendo el encarcelamiento de sus cuatro hermanos. Y no se sentirá verdaderamente libre hasta que venza la justicia y cale en cada uno de los hombres y mujeres dignos del Planeta.
Si algún rasgo admira de sus compatriotas es la valentía, la fuerza inmensa y necesaria para construir una sociedad más diversa que tenemos que aprender a asimilarla.
Al filo de las 2:00 de la tarde René concluía su visita al Complejo. No se despedía, dejaba un hasta luego y su experiencia plasmada en el Libro de Visitantes.
«En las flores que deposité en tu nicho --escribió-- está la palabra cumplida, pero también lo que queda por cumplir, lo que alienta en la vida».
Entonces partió a emprender sus nuevas batallas, cabalgado como un Quijote de estos tiempos, con las emociones en el alma y las acciones en ristre, dispuesto a conquistar las victorias para ese mundo mejor --y necesario-- a pesar de los vientos y mareas.
Por: Ricardo González del Río
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